Tengo un amigo, llamémosle Manuel, que se volvió religioso y se fue a vivir a una yeshivá. El otro día lo fui a visitar con motivo de su Brit Milá. En la ciudad de sudamerica donde nació no había moel, sus padres lo llevaron a que lo circuncide un cirujano. Pero el Birt Milá no es solamente la extracción quirúrgica del prepucio, sino una ceremonia religiosa con sus reglas y bendiciones. ¿Qué hace alguien que ya no tiene prepucio y aún quiere hacerse el Brit Milá como manda la ley? Tranquilos, no hace falta cortarse otro pedazo más. El moel pincha apenas el glande para que salga una gotita de sangre y recita las bendiciones. Asusta pero no duele.
A Dios gracias que no estuve presente para observar el procedimiento. En primer lugar, porque con un adulto lo realiza el moel a solas, no a los ojos de todos los familiares y amigos como con los bebes de ocho días. En segundo lugar porque llegué tarde, no encontraba la yeshivá. Era la primera vez que iba por ese barrio de Jerusalén y me era difícil ubicarme entre sus callejuelas, no podía llamar por teléfono para pedirle indicaciones a mi amigo por miedo a interrumpirlo cuando estuviera con los pantalones abajo. Después de buscar largo rato, cuando por fin llegué a la yeshivá, al entrar me di cuenta que no podía ser la que estaba buscando. Manuel me había dicho que vivía en una yeshivá de religiosos nacionales y en cambio ésta, a juzgar por la vestimenta de los estudiosos, era de algún grupo ultra-ortodoxo. Me daba cosa preguntar justamente allí por la otra yeshivá, sería como entrar a Mc Donald's a pedir la dirección de Buguer King, o a la embajada de Irán a preguntar por la ubicación de la embajada de Israel. Pero ya que estaba allí me armé de valor y pregunté, para mi sorpresa me respondieron muy cordialmente, uno de los jaredim se paró, me acompañó hasta la puerta y desde allí me dio las indicaciones.
Cuando por fin llegué a la yeshivá que buscaba, al entrar me sentí algo intimidado, era el único laico allí, el único que no llevaba kipá en la cabeza y tzitziot colgando desde las caderas. Pero qué más da, todo sea por acompañar a un amigo en un momento tan importante, aunque sea con unos minutos de retraso. Además, nada como unos buenos chistes sobre incisiones perpetradas en las partes íntimas, de boca del afectado, como para bajar la tensión. Manuel me presenta a sus amigos hispanoparlantes de la yeshivá, y entre chistes e introducciones, comenta lo inusual de mi situación, justamente yo en una yeshivá, quién lo hubiese dicho. No en una sino en dos – lo corrijo – y le relato mi pequeña odisea. Qué curiosidad, la primera vez en mi vida que voy a una yeshivá y acabo entrado a dos, menos mal que no soy de los que encuentran señales divinas ocultas tras las coincidencias. Mi amigo que sí lo es, profetiza que algún día yo también me haré religioso, ajzor bitshuba, "volveré a la respuesta". El día que tú te conviertas al Islam – le contesto.
Más tarde Manuel me ofrece un pequeño tour por la yeshivá, me muestra con orgullo las estanterías con libros de temática judía en español, traducciones del Talmud y demás. Yo no doy muestras de impresionarme, le digo en tono provocativo pero en voz baja para que no me escuchen los demás, que por ahora estoy más entretenido leyendo el Evangelio Según Jesucristo de José Saramago. Luego me enseña su habitación y allí sí me impacta el material de lectura, uno de sus compañeros de cuarto posee un grueso tomo azul con la serie completa de la Guía del Autoestopista de la Galaxia de Douglas Adams. Vaya, con libros religiosos como ése (recordemos que Adams reveló a la humanidad el mensaje último de Dios a la creación: "disculpen las molestias"), creo que la vida en una yeshivá se me haría soportable después de todo. Lo cual nos devuelve al asunto de la conversión de Manuel a la fe mahometana.
Mi amigo se pregunta si sería válido convertirse, si ése fuera el único medio para lograr que otro judío se acerque a las mitzvot. Suena absurdo, pero desde el punto de vista judío quizás no lo sea. Si fuera convertirse al cristianismo seguramente ningún rabino lo abalaría, ese Dios que es uno y son tres resulta incompatible con la visión judía del monoteísmo, y del culto católico a los santos ni hablar. Por eso según Maimónides un judío tiene permitido rezar en una mezquita y no en una iglesia. Volviéndose musulmán seguiría practicando un culto monoteísta. De todos modos para el judaísmo, que no reconoce la puerta de salida, Manuel seguiría siendo judío aunque se convirtiera. A partir de ahora ésta es mi segunda cuestión halájica favorita. La primera sigue siendo si acaso es kasher comer queso después de morderse las uñas. Habrá que consultar al rabino pues.
Por cierto, otra curiosidad: hablar de convertirse al Islam el mismo día de su Brit Milá. Menos mal que no soy de los que encuentran señales divinas ocultas tras las coincidencias.
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