El día de ayer Israel atacó en Gaza a una escuela que pertenecía a la ONU, dejando unos 40 muertos, en su mayoría niños. Según Israel, las fuerzas de tierra reaccionaron ante lo que identificaron como un lanzamiento de un cohete o misil a territorio israelí desde el edificio, y respondieron el fuego sin haber reconocido antes que se trataba de una escuela ni un edificio de la ONU. Aún aceptando esta versión como verídica, debo admitir que este ataque es absolutamente injustificable y no tiene disculpa posible.
Que no se me malentienda, sigo sosteniendo que Israel está en su derecho y en su obligación de defender a la población civil del sur del país tras ocho años consecutivos de bombardeos, incluso utilizando la fuerza desproporcionada, una vez agotadas todas las otras vías. Probamos métodos pacíficos como la retirada total en el 2005 y la tregua en el 2008, probamos también con acciones bélicas de menor envergadura como los bloqueos condicionados y las incursiones puntuales. Pero nada ayudó, los ataques al sur de Israel siguieron aumentando en cantidad, frecuencia, rango y capacidad destructiva. Llegados a este punto, la operación militar a gran escala
tan anunciada, para Israel
no podía ni debía seguir posponiéndose. Y sin embargo, nos hemos pasado de la raya.
El ataque al edificio de la ONU fue un error, pero eso no nos libra de la responsabilidad. Cuando el combate se desarrolla en una zona tan densamente poblada, se sabe que a medida que pasa el tiempo, la probabilidad de que una catástrofe de este tipo acontezca tiende a uno, lo cual es uno de los tantos motivos para procurar que la operación sea lo más breve posible. La primera fase de la operación, los casi ocho días que Israel se limitó a ataques aéreos sin ofensiva terrestre, habían sido un éxito que superaba las expectativas, se alcanzó a darle un golpe duro al Hamás con un porcentaje de bajas civiles relativamente bajo para las condiciones del terreno. Había que haber hecho todo lo posible para
lograr un alto al fuego en esa etapa, ya desde el tercer o cuarto día. No me refiero a la "pausa" de 48 horas que proponía Francia, que hubiera dado tiempo a Hamás para reorganizarse luego del golpe sorpresivo inicial, sino un alto al fuego permanente antes de que el Hamás tuviera tiempo para levantarse los pantalones y antes de que Israel se ensangrentara las manos de esta manera.
Por su puesto, ya desde el primer día en el mundo llovían las condenas a Israel. Pero también había señales de entendimiento, quizás no tanto en España, pero en Inglaterra, Francia, Italia y República Checa, no faltaban voces que recalcaran que se trataba de una acción defensiva legítima. Hasta Egipto responsabilizaba a Hamás de la nueva escalada, aunque sea en parte. Pero ahora, con las
imágenes de tantos niños muertos nada menos que en un edificio de la ONU, los ocho años de ataques a la población israelí, mucho menos mortales y mucho menos fotogénicos, pasan naturalmente a segundo plano, las protestas contra Israel aumentan, las simpatías disminuyen. Mientras tanto, Hamás se regocija gracias su nuevos mártires, cuyas vidas de todos modos les eran dispensables. Su estrategia puede dar resultado, lograr la mayor cantidad de bajas de sus propios civiles hasta lograr que la opinión pública mundial se escandalice lo suficiente y empuje a los líderes de Europa y EEUU a que presionen hasta que Israel se detenga.
Me imagino que entre los más radicales estarán los que digan que no se trató de un error, sino que Israel atacó al edificio en cuestión en forma alevosa y premeditada, buscando asesinar la mayor cantidad de niños posible. Para ello hay que creer que los israelíes además de ser profundamente malévolos y desalmados, somos tremendamente estúpidos. No cometeríamos intencionalmente un error que a todas luces nos perjudica. No somos estúpidos, pero tampoco somos infalibles. Éste no fue el primer error sobre el terreno, de los cuatro soldados muertos hasta el momento, sólo uno murió por fuego enemigo, los otros tres cayeron bajo el fuego de sus propios compañeros que les dispararon por equivocación, otra terrible tragedia.
En estos momentos pareciera que las tropas israelíes tienen más trabajo cuidándose de sus propios errores que de los ataques de Hamás. Hamás evita el enfrentamiento directo en campo abierto, sus miembros se han retrotraído a las zonas más densas de Gaza a donde el ejercito israelí aún no ha penetrado y donde pueden contar con cierta ventaja para preparar emboscadas. Mientras los líderes de Hamás y sus combatientes siguen en sus madrigueras, dejan que la población civil quede al frente.