miércoles, 25 de febrero de 2009

No defiendan a Lieberman

Un par de meses antes de que Avigdor Lieberman aumentara su fama internacional por medio de los mensajes xenófobos de su reciente campaña electoral, ya había mencionado la muy baja opinión que me merece ese sujeto. Ariel expresó mejor de lo que podría haberlo hecho yo mismo, mi reacción ante los resultados de las elecciones que lo dejaron en el codiciable tercer puesto: "Ante esta tremenda situación, me veo obligado a decir que me siento muy indignado, desconcertado, deprimido, desilusionado y, lo más importante, terriblemente avergonzado." Pero lo que más me perturba no es Lieberman, no son el cerca del 13% de votantes que le dieron su apoyo, ni siquiera los políticos supuestamente moderados dispuestos a pactar con él. Aunque no les resto importancia en cantidad ni calidad, ciudadanos que se dejan llevar por los extremistas y políticos sin principios hay en todas partes. Lo que realmente me acongoja es la cantidad de personas que aunque se le oponen, están dispuestas a justificarlo y disculparlo, a restarle importancia a la gravedad del asunto, alegando que Lieberman "es malo, pero no tanto".

Hay quienes sostienen que Lieberman no es realmente racista, al contrario, exige igualdad, igualdad en la distribución de derechos y deberes. A muchos israelíes les molesta que mientras que ellos cumplen con el servicio militar obligatorio, otros sectores que disfrutan de los mismos derechos (y a veces de más derechos, cuando de beneficios sociales se trata) y de las mismas libertades, pero no cargan con el terrible peso de la misma obligación. Entiendo este descontento y hasta cierto punto lo comparto, pero hay que ser muy ingenuo para creer que esa es la motivación de la "ley de lealtad" que Lieberman quiere promulgar. Lieberman promovió el intento de descalificar a los partidos árabes, no a los partidos ultraortodoxos (la enorme mayoría de los ultraortodoxos tampoco van al ejército), ni a los otros parlamentarios judíos que no sirvieron en el ejército (sospecho que debe haber más de uno en su propio partido).

Nadie quiere realmente que todos los árabes israelíes entren al ejército (exceptuando a los druzos y en parte a los beduinos), y menos que nadie aquel que los acusa constantemente de ser la quinta columna, el enemigo interno, más peligroso aún que el enemigo exterior. Ante este argumento más de uno me ha respondido que en lugar del servicio militar, los árabes podrían hacer el Servicio Nacional (Sherut Leumí). Se trata de una alternativa al ejército que siguen algunos judíos que no pueden ser soldados por problemas de salud u otros motivos, y dedican el tiempo a trabajos comunitarios en escuelas, hospitales, etc. Eso me parecería lo más justo, y suponiendo que fuera económicamente viable, sería bueno implementarlo gradualmente en varios años. ¿Pero por qué así tan bruscamente, bajo la amenaza de retirarle la ciudadanía al 20% de la población del país? ¿Tanto les preocupa a Lieberman y sus seguidores la escacez de trabajadores comunitarios en las escuelas árabes? ¿Será que es un altruísta incomprendido, verdadero amante de los árabes, y nos tiene a todos confundidos?

También se dice sobre Lieberman que éste nunca habría logrado tanto apoyo popular si no fuera gacias algunos parlamentarios árabes, como Ahmed Tibi y Azmi Bashara, que se encargaron de echar leña al fuego y han avivado los rencores entre árabes y judíos, sobre todo durante la última cadencia. Es cierto, pero eso no justifica absolutamente nada. Lieberman no es mejor que Ahmed Tibi, ambos siguen la misma técnica, aprovechar el odio para obtener más votos, en la práctica se fortalecen el uno al otro. No hay que hacer como tantos de los que critican a Israel desde el exterior, que condenan todas las acciones de un bando y justifican todas las del otro aún cuando son iguales o peores.

Hay algunos que piensan que el partido de Lieberman es un mal pasajero. Una moda que ha llegado a su auge y que no tardará en menguar hasta la desaparición, como ocurrió con el partido de los jubilados o el partido laico Shinui. Así como en su momento Shinui se benefició del enojo contra los partidos ultraortodoxos, ahora Israel Beiteinu saca redito del enojo contra los partidos árabes, el día de mañana las frustraciones ya encontrarán otra válvula de escape. Ojala tengan razón en eso. Y sin embargo, a aquellos a quienes las diatribas de Lieberman no preocupan demasiado, les recomiendo prestar atención a sus proyectos de ley en esta nueva knesset. A cualquiera que tenga un mínimo aprecio por la democracia, recomiendo seguir de cerca los intentos de legislación que busquen disminuir el poder del parlamento y del sistema judicial, en favor de un ejecutivo sin limitaciones. La amenaza contra la democracia es real y no afecta sólo a los árabes. Qué espantosamente actual es el poema de Martin Niemoeller.

jueves, 19 de febrero de 2009

Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel

Entre hoy y ayer, los líderes de cada uno de los doce partidos elegidos para conformar el parlamento, se encontraron por separado con el Presidente Shimon Peres y le informaron a que candidato recomiendan para que Peres designe como Primer Ministro. Netanyahu obtuvo el apoyo de seis partidos que juntos suman 65 parlamentarios de un total de 120: el Likud que es su propio partido, dos partidos ultraortodoxos y tres partidos de ultraderecha. Kadima, con sus 28 escaños, fue el único en recomendar a Tzipi Livni. Avodá, Meretz y los partidos árabes se abstuvieron. Aunque Kadima obtuvo en las elecciones un escaño más que el Likud, ante esta situación es casi seguro que mañana, o a más tardar el domingo, Shimon Peres le encomiende a Netanyahu formar el nuevo gobierno.


Antes de que algún apresurado salga corriendo a actualizar la wikipedia, valga aclarar que esto no covierte a Netanyahu en Primer Ministro de forma automática. Primero tiene que tener éxito formando la coalición de gobierno, para lo cual dispone de 30 días y la posibilidad de alargue de otros 14. Si no lo consigue, Peres puede darle la oportunidad de intentarlo a otro o llamar de nuevo a elecciones. Conviene recordar que tras la renuncia de Ehud Ólmert en septiembre, Peres ya le había encomendado a Livni la tarea de formar gobierno, pero Livni no lo consiguió y por eso se adelantaron las elecciones, que de otro modo tendrían que haberse llevado a cabo dentro de un año.

Uno de los motivos de peso que hizo que mi voto terminara por inclinarse hacia Meretz y no hacia alguna de las otras opciones entre las que dudaba hasta hace un par de meses, fue la firme promesa electoral de que Meretz no formaría parte de ninguna coalición de gobierno con Netanyahu a la cabeza. Y sin embargo, tanto el desplome de Meretz y la izquierda israelí como el alzamiento de Netanyahu y la derecha me resultan muy comprensibles, sobre todo si se piensa en los antecedentes. En 1996, parecía que aquel año Shimon Peres de Avodá ya tenía las elecciones ganadas, y no había nada que Benjamín Netanyahu y el Likud pudieran hacer para remontar. La mayor parte de la sociedad israelí, aún en pleno estado de shock por el asesinato del Primer Ministro Isaac Rabin (noviembre del 1995), quería ver a Peres continuar el proceso de paz que los dos juntos habían puesto en marcha. Pero a menos de dos meses de las elecciones, una ola de atentados suicidas perpetrada por terroristas del Hamás, dejó decenas de civiles israelíes muertos en pocas semanas. Como consecuencia inmediata, las ilusiones pacifistas se hicieron añicos, la sociedad israelí dio un giro brusco y repentino hacia la derecha y Netanyahu ganó las elecciones por un margen estrecho. Fue Primer Ministro hasta que su gobierno cayó en 1999.

Esta vuelta Hamás no esperó al último momento, lleva tres años haciendo campaña por Netanyahu. En agosto del 2005, a una semana de que Ariel Sharón pusiera en práctica el plan de retirada unilateral de la franja de Gaza, Netanyahu renunció a su puesto de Ministro de Economía a modo de protesta. Como Ministro de Economía ya había destinado los fondos para el plan, y como parlamentario ya había votado a favor de algunas partes del plan en más de una ocación. Si entonces hubiese sido más constante y coherente en su lucha contra el plan, quizás su partido hoy tendría 10 bancas más. Pero lo cierto es que aunque algo tarde, se opuso, salió a declarar que como concecuencia de la retirada los cohetes de Hamás aumentarían su rango hasta alcanzar las ciudades de Ashkelón y Ashdod. Confieso que yo no me tomé en serio sus palabras, las descarté como el alarmismo y la demagogia de un político dispuesto a vender hasta a su propia madre con tal de llegar al poder. Pero Hamás se encargó de que las palabras de Netanyahu se transformaran en una profesía cumplida.

Aún así, parece mentira que tras haber llevado al Likud a la mayor derrota de su historia en las elecciones pasadas (2006), Netanyahu vuelva a recuperar su liderazgo. Es que en la política israelí nadie muere hasta que muere, Rabin, Peres y Sharón también retornaron al podio años después de que sus carreras fueran dadas por fallecidas en forma prematura. Hoy nadie se atreve a descartar que algún día también se levanten de los escombros Ehud Barak o Ehud Ólmert. Incluso Sharón, si despertara del coma cerebral en el que está sumido desde hace tres años y todavía le quedaran tres neuronas sanas, ganaría por mayoría absoluta.

jueves, 12 de febrero de 2009

Bar Rafaeli, Primer Ministro de Israel

A dos días de las elecciones nacionales en Israel, aún no está claro quién será el próximo Primer Ministro. Tzipi Livni de Kadima y Benjamín Netanyahu del Likud, han llegado a una complicada especie de empate. Shimon Peres, el presidente, es quien tiene la potestad de decidir cuál de los dos será el primero en tener la oportunidad de intentar formar su coalición de gobierno y eregirse en Primer Ministro. Desde este espacio aprovecho para hacer una petición pública al honorable presidente: Shimon, no queremos a Bibi ni a Tzipi, ¡queremos a Bar Rafaeli!


Netanyahu y Livni sumados no alcanzaraon el 50% de los votos (el otro 50% queda repartido entre nada menos que 10 partidos chicos distintos). En realidad recibieron mucho menos que el 50% del total del electorado, si se tiene en cuenta que el porcentaje de ciudadanos que efectivamente llegaron a las urnas y y emitieron su voto fue algo menor al 70%. Bar Rafaeli, en cambio, es la ganadara absoluta e indisputable de su puesto en la portada de la edición de trajes de baño 2009 de la revista Sports Illustrated, relegando sin dificultad a las páginas interiores a todas sus rivales, incluídas la eslovaca Daniela Hantuchova, la francesa Tatiana Golovin y la rusa María Kirilenko. En Israel, ella sola tiene el apoyo incondicional de cerca del 90% de los hombres y algo más del 10% de las mujeres, de todas las religiones, grupos étnicos y corrientes políticas.

Mi única preocupación es que tú, Shimon, con tus más de 85 años ya no estés en condiciones de reconocer las aptitudes políticas de la despampanante modelo. Recuerda Shimon, hace más de seis guerras atrás, tú también eras jóven, tú también creías en un país mejor y más bello. Piensa en la época en la que ordeñabas las vacas del kibutz, dime si tu producción de lácteos no hubiera aumentado si en lugar de a Golda Meir, hubieses tenido a la abuela de Bar como compañera del partido. La economía de Israel exige una persona que sepa sacar delantera en estos tiempos de crisis. ¿Y que hay de nuestras vapuleadas relaciones exteriores? Sólo Bar es capaz de hacer olvidar a los líderes del mundo los últimos acontecimientos. Yo por ejemplo, cada vez que la veo en bikini me olvido hasta de como me llamo.


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* Excitando Israel

martes, 10 de febrero de 2009

Resultados de las elecciones 2009

Hace media hora se cerraron las urnas y los tres principales canales de televisión israelíes publicaron los resultados de las encuestas a boca de urna. Todavía hay que esperar por lo menos hasta mañana a la mañana para recibir los resultados reales, pero cabe suponer que la diferencia con las encuestas no serán mayor a una o dos bancas más o menos para cada uno de los partidos. Teniendo en cuenta lo ajustado de los resultados, esas pequeñas diferencias pueden definir quién será el próximo Primer Ministro de Israel.

Por ahora, los escaños se reparten de la siguiente manera:
1. Kadima (centro): 29-30
2. Likud (derecha): 27-28
3. Israel Beiteinu (ultranacionalistas laicos): 15
4. Avodá (centro-izquierda): 13
5. Shas (ultraortodoxos sefaradíes): 9-10
6. Iaadut Hatorá (ultraortodoxos ashkenazíes): 5
7. Meretz (izquierda): 4
Tres partidos árabes sumados: 9-10
Otros dos partidos de ultraderecha: 6-7

Aún si se confirman estos resultados no está claro quién será el Primer Ministro. Esta situación no tiene precedentes en la historia de Israel, por primera vez no coincide la identidad del mayor partido con la del partido mejor posicionado para formar gobierno. Si bien Kadima es el partido que obtuvo más votos, el Likud es el que tiene las mayores posibilidades de lograr una coalición de gobierno, debido a que sumando a los partidos de derechas se obtienen más escaños (63-64) que con los partidos de centro e izquierda (56-57). La decisión de a quién darle la primera oportunidad de formar gobierno queda en manos del Presidente, Shimón Peres. Cabe destacar que antes de las elecciones, tras la renuncia de Ehud Ólmert, Peres ya le había encomendado a la líder de Kadima, Tzipi Livni, la tarea de formar gobierno, pero Livni no lo consiguió y por eso se adelantaron las elecciones que de otro modo tendrían que haberse llevado a cabo dentro de un año.

La gran sorpresa de estas elecciones es el partido Israel Beiteinu de Avigdor Lieberman, que con su mensaje de odio racista en contra de los ciudadanos árabes israelíes, logró colocarse en el tercer puesto. La gran derrota la sufrió Avodá, el partido cuyos líderes fundaron el Estado de Israel y lo gobernaron durante las primeras tres décadas, recibe el peor golpe de su historia y queda en el cuarto puesto. De todos modos en la política israelí ninguna derrota es para siempre, el Likud recibió un golpe similar en las elecciones anteriores, bajando de 38 bancas a 12, y esta vuelta se recupera parcialmente. El Likud y su líder Benjamín Netanyahu por su lado, se quedan con un gusto amargo en la boca, no obtienen la victoria clara y segura que le pronosticaban las encuestas, parece que la victoria se les escapa de las manos a último momento, cuando ya casi la estaban festejando.


Actualización 23:00 hs: tanto Tzipi Livni de Kadima como Benjamín Netanyahu del Likud, afirman cada uno ser el verdadero ganador de las elecciones y el próximo Primer Ministro de Israel.

martes, 3 de febrero de 2009

David, Goliat y Salomón

Se suele utilizar el episodio bíblico de David y Goliat como alegoría de la lucha entre Israel y los palestinos. Según cuenta el relato en el primer libro de Samuel, David siendo aún un muchacho, armado sólo con una honda y una piedra derribó a Goliat, el guerrero enemigo gigante e invicto. Muchos ven a los palestinos como David, el joven osado que se presenta a la pelea en condición de inferioridad, y a Israel como Goliat, el gigante malvado e engreído, demasiado confiado de su propia superioridad militar. David pequeño y débil, contra Goliat, grande y fuerte. Quienes lo ven de este modo, naturalmente, inclinan su simpatía hacia los palestinos.

Esto no siempre fue así. Por el contrario, durante sus primeros años Israel era visto como David mientras que el mundo árabe representaba a Goliat. Un país diminuto, con unas fronteras casi indefendibles, habitado por un puñado de judíos que incluía a los refugiados del reciente holocausto, rodeado por un mar de países árabes comprometidos a lanzarlos al mar. Cientos de miles resistiendo contra cientos de millones. Entre los líderes judíos sionistas, hubo varios que votaron en contra de declarar la independencia del estado en mayo del 48, siguiendo la recomendación del gobierno de Truman de postponerla, bajo el temor de que el nuevo estado no lograra sobrevivir a sus primeros meses. Se dice que fue David Ben-Gurión, mediante su liderazgo y diligencia, quien consiguió que la independencia se aprobara por un margen estrecho. Al día siguiente de la declaración, cinco países le declararon la guerra, la más larga y sangrienta de la serie de guerras que vendrían después. Israel nació pagando un precio terrible por su derecho a existir.

Los 22 países que forman hoy la Liga Árabe.
No incluye países musulmanes no árabes como Irán o Indonesia.
Área: casi 14 millones de kilómetros cuadrados.
Población: 340 millones de habitantes.
Producto bruto interno: U$S 2.365.000 millones
.

Fue a partir de junio de 1967 cuando la percepción sobre quién es el fuerte y quién el débil cambió. Israel cometió el crimen imperdonable, no sólo ganó la guerra, sino que la ganó de forma tan rápida, aplastante y contundente que esfumó toda imagen de debilidad. Al principio occidente lo recibió con vítores, cuentan quienes eran jóvenes en aquella época, que si viajabas por Europa con una bandera de Israel, en todos lados te recibían como a un héroe, como a David al volver al campamento de Saúl después de derrotar a Goliat. No conozco mejor ejemplo de aquel entusiasmo que el poema de Jorge Luis Borges: Israel. Pero el entusiasmo fue breve, entró en escena un nuevo personaje a quien compadecer, otro que se ganaba su compasión a un costo espantoso: el pueblo palestino. Gaza y Cisjordania ya estaban allí de antes, bajo gobierno de Egipto y Jordania respectivamente, pero no fue hasta que Israel conquistó esos territorios, que el mundo empezó a prestar oídos a la tragedia de sus pobladores.

Cuando se aplica la alegoría de David y Goliat, se deja de lado el resto de la trayectoria bíblica de David. En cierto modo, Israel siempre siguió siendo David, el David que luego se volvió poderoso y expandió sus dominios por medio de la espada, el David cuyo pecado de soberbia y lujuria Dios castigó sobre la carne de sus hijos. Por momentos también hemos sabido ser el su sucesor de David, Salomón, el rey que estuvo dispuesto a ceder parte del territorio conquistado por su padre, el que se concentró en forjar alianzas y afianzar la paz. Así fue cuando aceptamos el plan de partición en 1947, cuando devolvimos el Sinaí a Egipto, cuando firmamos la paz con Jordania y cuando negociamos con Siria o Fatah. Sin embargo, a la hora de alcanzar un acuerdo con Hamás, al parecer carecemos del mítico don del Rey Salomón: la capacidad de entendernos con los animales.