miércoles, 19 de octubre de 2011

Catarsis colectiva

Israel intercambió un soldado cautivo por 1027 presos palestinos, entre ellos los responsables por las muertes de 600 israelíes. Desde el exterior mucha gente no comprende por qué Israel aceptó el trato y es muy difícil explicarlo. Por qué el 79% de los israelíes están a favor, difícil encontrar otro asunto tan consensuado en este país, más aún uno que encierre tan terrible dilema. Cuesta comprenderlo y explicarlo porque los motivos son irracionales. Creo que muchos de los israelíes que dicen comprenderlo no lo entienden tampoco.

La explicación más común: existe un pacto no escrito entre los soldados y el estado. Los soldados arriesgan su vida por protegernos, en caso de caer prisioneros el estado está en la obligación moral de hacer todo lo posible por rescatarlos. No se abandona a un compañero en el terreno, esas son las bases morales que mantienen la unidad de nuestra sociedad, un principio sagrado para un país que vive en constante amenaza. O como decían los Tres Mosqueteros: todos para uno y uno para todos. Pero el estado también tiene la obligación moral de proteger la vida de sus ciudadanos. Está faltando a esa obligación al dejar libres a tantos asesinos que declaran volverán a la lucha armada. Existe una probabilidad muy considerable de que como consecuencia directa de su liberación, mueran decenas o centenares de israelíes en un futuro no lejano, como ocurrió con liberaciones masivas anteriores.

Cierto que Israel toma medidas de precaución (como el destierro de algunos de los liberados) y ha mejorado la efectividad en la prevención de atentados. Pero no hay medidas infalibles y no se puede negar que los terroristas son una mayor amenaza ahora que están sueltos. No se puede negar que Hamás tiene más motivos que nunca para secuestrar más soldados. Y los terroristas tienen menos lo que temer, sabiendo que pueden matar judíos sin pagar por ello más que unos pocos años de cárcel hasta el próximo intercambio. Se pueden añadir más argumentos a favor o en contra, y paradójicamente todos tienen razón, es un dilema irresoluble, un callejón sin salida. Creo que no se puede explicar del todo el apoyo israelí al intercambio de prisioneros en términos de lógica o de ética. La explicación de mayor peso es la emocional.

La mayoría de los israelíes servimos en el ejército o tenemos familiares que han servido. Por eso sentimos una fuerte identificación emocional con Guilad y su familia. Su liberación fue un alivio no sólo para sus padres sino para todos los israelíes, incluso para aquellos opuestos al intercambio. Una gran catarsis colectiva. ¿Pero acaso no nos sentimos conectados con los muertos y heridos a manos de los terroristas que ahora quedan sueltos? ¿No nos conmueve el dolor de sus familias? La verdad sea dicha: no tanto como el de la familia Shalit. Y esa diferencia, tal como explica el columnista de Maariv Ben-Dror Iemani (lo más esclarecedor que he leído hasta ahora sobre el tema), se debe a los medios de masivos de comunicación.

Todos los israelíes conocemos la imagen de Guilad, la de su madre Aviva, su padre Noam, su abuelo Zvi, sabemos sus nombres. Hace cinco años y medio que los seguimos de cerca por medio de la TV, contábamos a diario desde el canal 2 la cantidad de días que Guilad iba acumulando en cautiverio. Hemos visto en vivo y en directo y nos hemos sentido defraudados junto a su familia, todas las veces que casi hubo acuerdo y no se concretó. No hubo semana que no escucháramos sobre la familia Shalit, su espera se convirtió en la nuestra, su lucha en nuestra lucha. Dejó de ser un dilema abstracto, para convertirse en la angustia y la agonía personal de cada uno. Creo que si los medios hubiesen dedicado el mismo espacio a uno solo de los muertos en los atentados terroristas y a su familia, como el que dedicaron a la familia Shalit, nunca hubiésemos aceptado la liberación de los asesinos. Ni que hablar si conociéramos una por una a los cientos de familias afectadas. Pero mientras que fuimos conociendo a Guilad, Noam y Aviva, las otras familias permanecieron anónimas en comparación. ¿Y cómo no vamos a cambiar a nuestro tan cercano Guilad por algunos cientos de anónimos muertos pasados y futuros?

Cinco años y medio un país entero miró esta foto y lo añoró.
Ayer respiramos aliviados y lloramos de emoción.