sábado, 29 de agosto de 2009

El estado binacional

En foros y blogs sobre el conflicto palestino-israelí, me encuentro frecuentemente con comentarios que plantean la idea del estado binacional. En lugar de dividir el territorio en disputa entre Israel y un futuro estado palestino, se preguntan algunos: por qué no crear un único estado en donde convivan juntos judíos y palestinos. La idea no es nueva, ya la había planteado el grupo de intelectuales sionistas conocido como Brit Shalom (pacto de paz), fundado en 1925 y dirigido por Judá Magnes, el primer rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén. La idea tuvo entoces muy pocos adeptos entre los judíos y menos aún entre los árabes.

Hay tres motivos por los cuales me opongo a la renovación de dicho planteo, aspiro a un estado judío, democrático, cuyos ciudadanos vivan en paz entre sí y con sus vecinos. Estas tres características, ni en conjunto ni cada una por separado, tienen ninguna posibilidad de concretarse en un hipotético estado binacional. Analicemos en breve cada uno de los tres:

1. Coexistencia pacífica.
La idea de que con un estado binacional, judíos y palestinos vamos a dejar de luchar entre nosotros, como si alcanzara con ello para que como por arte de magia desaparecieran las tensiones, los odios y las disputas que nos enfrentan desde hace más de cien años, no tiene ningún fundamento. Al contrario, no faltan ejemplos de pueblos enemistados cuya convivencia en un mismo estado derivó en guerras mucho más espantosas que las de árabes contra judíos: turcos y armenios, kurdos e iraquíes, servios y bosnios, albanos y kosovos. Pero no hay que irse tan lejos, de hecho, judíos y palestinos ya convivimos juntos por un período bajo un mismo marco político con las mismas fronteras que el hipotético estado binacional, me refiero al Mandato Británico de Palestina de 1917 a 1948. Basta con recordar las masacres de judíos perpetradas por los árabes durante ese período en Gaza, Yafo y Hebrón, para entender que la convivencia pacífica no está asegurada. La única esperanza de paz pasa por la separación y un acuerdo de límites fijo, como se logró con Egipto y con Jordania. No nos sirve el matrimonio, lo que necesitamos es un buen divorcio.

2. Democracia.
Para que la democracia sea posible, es necesario que la mayor parte de la población crea en ella. En Israel la democracia ya se encuentra bajo amenaza, por parte de los judíos ultra-ortodoxos que quieren un estado teocrático, y de los ultra-derechistas que quieren debilitar la separación de poderes y limitar los derechos de las minorías. Si añadiéramos también a los partidarios del Hamás (la mayoría de los palestinos en las elecciones del 2006) y a los del Fatah, la democracia perdería toda posibilidad de sostenerse. Hamás ganó las elecciones de la ANP limpiamente, pero luego eliminó a tiros a la oposición, expulsando al Fatah de la Franja de Gaza. Fatah en la época de Arafat llamó a la elecciones sólo por presión internacional, ahora Abu Mazen las posterga una y otra vez, hasta que llegue el momento en que tenga alguna posibilidad de ganarlas. Aún suponiendo que milagrosamente no estallara una cruenta guerra civil, o que al concluir dicha guerra se pudiera establecer un gobierno estable, no es de esperar que ese se gobierno sea democrático.

3. Estado judío.
Como sionista que soy, creo que el pueblo judío tiene el derecho y la necesidad de un hogar nacional propio, es decir, un estado judío. En qué consiste exactamente el aspecto judío de dicho estado, es una pregunta que da lugar a largos debates a los que no entraré en este post. Diré solamente que no me alcanza con que dicho estado sea judío, sino que quiero que sea a la vez judío y democrático. Cómo es posible resolver dicha aparente contradicción, cuál es el adecuado balance entre judaísmo y democracia, son otras preguntas que generan muchas discusiones. Cualquiera que sean las respuestas, la condición mínima e imprescindible para un estado judío y democrático es una mayoría de ciudadanos judíos. Dicha mayoría se pierde si al millón de árabes ciudadanos de Israel, sumamos otros tres o cuatro millones de árabes palestinos (seis o siete, si contamos también a los descendientes de los refugiados palestinos en los países árabes), creando así un estado binacional o un estado árabe con minoría judía. Todo sionista que se precie de tal, debería apoyar la creación de un estado palestino, donde esos millones se autodeterminen por fuera del estado judío.

En los últimos años, algunos dirigentes palestinos han desempolvado la antigua idea de Brit Shalom y han vuelto a sugerir el estado binacional, no como solución sino como amenaza, diciendo en otras palabras: "o aceptan todas nuestras demandas o tendrán que vérselas por la fuerza con un estado binacional, en el cual los judíos serán minoría."

miércoles, 26 de agosto de 2009

El viento amarillo

David Grossman es uno de los escritores israelíes más aclamados. Es también reconocido como activista por la paz y se lo suele identificar con la izquierda israelí. Además de sus obras de ficción, ha publicado libros de análisis sobre el conflicto palestino-israelí. En 1987, poco antes de que estallara la Primera Intifada, salió a la luz "El viento amarillo", una colección de textos en los que recolecta sus impresiones y reflexiones surgidas a partir de siete semanas de recorridos por la Cisjordania ocupada.

La mayor parte de los textos rondan en torno a las entrevistas realizadas en dichos recorridos, Grossman entrevista a maestras de preescolares en un campamento de refugiados, a una abogada de palestinos acusados de terrorismo en cortes militares, profesores y estudiantes universitarios en Belén, palestinos que trabajan y viven clandestinamente en Tel Aviv, el padre de un terrorista cuya casa fue derribada, colonos judíos de los alrededores de Jerusalén, soldados que sirven en el paso fronterizo con Jordania, etc. También se incluye un relato corto sobre un oficial israelí encargado de supervisar una aldea cisjordana, y una reseña de una investigación académica sobre los sueños nocturnos de los niños en los campamentos de refugiados y en los asentamientos judíos. Una pregunta lo acompaña a lo largo de toda la obra: ¿cómo se puede hacer para detener la constante acumulación de odio entre ambas partes? En su esfuerzo por abarcar el asunto en toda su compleja ambigüedad, no emite ninguna respuesta simple y clara.

Como israelí, el libro me resultó muy difícil de digerir. Con su descripción de los horrores de la ocupación, Grossman nos pone frente a un espejo en el que no es agradable mirarse. Los palestinos tampoco salen bien parados, pero eso no es consuelo. Las circunstancias han cambiado mucho desde que el libro fue publicado, pero tanto en el prólogo a la edición de 1998 como en el epílogo a la edición del 2002 (en inglés), Grossman sostiene que en escencia la situación sigue siendo la misma (apuesto a que también diría lo mismo hoy en día).

El hecho de que el autor sea David Grossman hace que su lectura sea especialmente dolorosa. No se trata de otro de los tantos escritores que odian a Israel, sino de alguien que ama a su patria. Para quienes odian a Israel, no hay diferencia sustancial entre Grossman y el más fanático de los colonos. Grossman es indiscutiblemente sionista, defiende el derecho del pueblo judío a su propio estado, considera como legítimo el uso de la fuerza para defender a dicho estado en los momentos en que no nos dejan ninguna otra salida. Él mismo sirvió en el ejército, tanto en el serivcio obligatorio como en la reserva, su hijo de 20 años murió luchando en la Guerra del Líbano del 2006. Reconoce que la ocupación, por la que critica a Israel tan duramente, es la consecuencia de una guerra en la que los vecinos árabes intentaron destruir al país. No escribe para juzgarnos y condenarnos con regozijo, no lo mueven la hostilidad y el resentimiento hacia el país de los judíos, tampoco el sentimiento de culpa ni el automartirio, lo mueven sus valores judíos y humanistas, escribe para concientizar y prevenir a su propia gente. No se lo puede descartar como a tantos antisionistas y/o antisemitas, conviene tomarlo en serio.

Para terminar quiero dejar una frase tomada de un debate entre Grossman y un grupo de colonos, donde el primero expresa una postura con la que me identifico por completo:

"...la persona que busca justicia infinita está evadiendo las decisiones prácticas, yo no busco justicia pura, ni tampoco saldar cuentas históricas, sino más bien una vida factible, no más que imperfecta y tolerable, causando cuanto menos injusticia sea posible."


Se recomienda también:
* Discuro de David Grossman en el 11 aniversario del asesinato de Rabin. Pronunciado en noviembre del 2006, pocos meses después de la Segunda Guerra del Líbano en la que murió su hijo.
* Entrevista a David Grossman. 2003.

martes, 18 de agosto de 2009

Israel según Basiuni

"La sociedad israelí es de hecho un microcosmo, tiene a los ashkenazíes que inmigraron desde occidente, los sefaradíes que inmigraron desde los países árabes, los sabras nacidos en Israel, los nuevos inmigrantes de Rusia, los nuevos inmigrantes de Etiopía, los falashmura. Es decir, son una sociedad heterogénea, pero una cosa los unifica, la sensación de inseguridad."

Así ve a la sociedad israelí Muhamad Basiuni, quien fuera embajador de Egipto en Israel de 1986 al 2000. Tiene razón. Diría que se quedó corto, a todas esas divisiones podría haber añadido las diferencias entre derecha e izquierda, laicos y religiosos, ricos y pobres. Basiuni subestima a la sociedad israelí, hay muchas otras cosas que nos unen, a pesar de las enormes diferencias, también se puede mirar a la misma sociedad desde otro ángulo y hablar de una historia, una cultura y un idioma en común. Nótese que Basiuni no nombra a los árabes israelíes como parte de la sociedad israelí, si restamos a algunos sectores de la minoría árabe y a algunos sectores de la ultra-ortodoxia judía, seguimos encontrando una sociedad muy fragmentada, pero menos de lo que a Basiuni le gustaría creer. Aún así, si se busca el mínimo común denominador, es verdad que lo encontraremos en la sensación de constante amenaza externa.

Si tomáramos las palabras de Basiuni al pie de la letra, podríamos concluir que el mayor daño que los enemigos de Israel podrían infligirnos es dejarnos en paz, así eliminarían lo único que nos une. Ojalá que los palestinos, libaneses, sirios e iraníes las escuchen con atención y prueben cambiar de estrategia.

Me pregunto como explicaría Basiuni lo que ocurre con la sociedad palestina. Una sociedad mucho más homogénea que la israelí, que también cuenta con un claro enemigo externo que los fuerza a unirse. ¿Por qué entonces las divisiones entre sus distintas facciones son tan sanguinarias e irreconciliables? Yo temo que el día que Israel alcance la paz con sus vecinos, estallen las luchas internas. Pero los palestinos, en cambio, no esperaron tanto, aún en pleno conflicto con Israel, se asesinan unos a otros sin piedad (ejemplo más reciente: 28 muertos en Gaza en los enfrentamientos de hace dos días).


Nota: la cita está traducida del hebreo, no del original en árabe. Tomada de una entrevista de televisión emitida en Egipto hace unos días.

domingo, 16 de agosto de 2009

A todos por igual

Algunos casos que dieron que hablar en los últimos dos meses.

1. Hace dos años y medio cuatro personas armadas entraron por la noche a una granja en el sur del país, presuntamente a robar ganado. El granjero disparó contra dos de ellos y los hirió gravemente. Cuando la policía llegó a la escena, encontraron al granjero administrando primeros auxilios a uno de los heridos, quien más tarde murió de sus heridas. El granjero fue llevado a juicio por homicidio, en el juicio alegó que había actuado en legítima defensa al creer que su vida corría peligro. Hace poco más de un mes el tribunal lo absolvió del cargo.

2. Un niño de tres años fue hospitalizado varias veces en estado de desnutrición en un hospital de Jerusalén. Los médicos no le encontraban ninguna enfermedad que pudiera explicar su situación, comenzaron a sospechar de que la madre era quien lo estaba privando de alimento. La cámara de seguridad del hospital filmó a la mujer desconectando el tubo que le habían colocado al niño para alimentarlo. Hace un mes la policía arrestó a la mujer.

3. En el año 2008 un renombrado político fue condenado a año y medio de cárcel, después de que un tribunal regional lo encontró culpable de recibir soborno y de otros actos de corrupción cometidos durante su período como Ministro de Trabajo. El ex-ministro apeló la sentencia a la Suprema Corte, en junio de este año la Suprema Corte rechazó su apelación y aumentó el castigo a cuatro años de prisión.

4. Ayer a la noche un grupo de cinco hombres y dos mujeres mataron a golpes a un señor de sesenta años que estaba disfrutando de una tarde con su familia en la rambla de Tel Aviv. La policía arrestó a los sospechosos.


Se trata de cuatro casos sin relación entre sí. Lo único que tienen en común, es que en todos ellos luego de que una o varias personas cometieran crímenes o delitos, la policía y/o el poder judicial han hecho su trabajo. El lector que ya haya escuchado con anterioridad acerca de alguno de estos casos, notará que al resumirlos me salteé a propósito un dato al que se le suele atribuir fundamental importancia cuando se discute sobre los mismos, la procedencia étnica, cultural y religiosa de los involucrados. Otro aspecto en común de los cuatro casos, es que en todos ellos hay quienes han intentado eludir sus culpas, alegando que todo el caso no es más que una orquestada persecución en su contra por ser miembros de tal o cual minoría:

1. El granjero, llamado Shai Dromi, es judío, los cuatro intrusos eran árabes beduinos. Según el padre de uno de los fallecidos, su hijo no cortó el alambrado y se introdujo armado a la propiedad ajena para robar, como ocurría frecuentemente en las granjas de la zona antes de este incidente, sino para "cazar conejos" (¡a las tres de la mañana! ¡qué deportista!). A un padre en duelo no se le puede reclamar nada, pero sí reclamaría menos hipocresía y oportunismo a los parlamentarios árabes que acusaron al tribunal de dejar libre a Dromi sólo porque los muertos eran árabes.

2. La madre del niño pertenece a una de las comunidades de judíos más ultra-ortodoxos de Jerusalén, los Naturei Karta. Miembros de la comunidad acusaron a la prensa, la policía, el personal del hospital y de los servicios de asistencia social, de conspirar en contra de la mujer por ser religiosa. Salieron a protestar violentamente quemando los tachos de basura de la ciudad.

3. El político en cuestión, Shlomo Benizri, era uno de los principales líderes del partido político ultraortodoxo sefaradí, Shas. Eli Ishai, actual Ministro del Interior por el mismo partido, le escribió una misiva al presidente Shimon Peres pidiendo el indulto para Benizri, alegando que Benizri es un judío mizrají y los mizrajíes se sienten discriminados por los judíos ashkenazíes. El hecho de que exactamente el mismo día que Benizri fue condenado a cuatro años, el ex-Ministro de Economía por el partido Kadima, Abraham Hirszon, judío ashkenazí, haya sido condenado a más de cinco años de cárcel por robo, no parece decirle nada a Ishai. El hecho de que el juez que dictó la sentencia de Benizri, Edmond Levi, también sea un religioso de origen sefaradí, según el hermano de Benizri, no es más que una prueba de la maldad de Levi.

4. Los cinco muchachos arrestados bajo sospecha de asesinato son árabes, las dos chicas son judías. Por su puesto, ya se escuchan las primeras voces que tachan al arresto de los cinco jóvenes árabes como otra conspiración contra la minoría árabe. No encontré datos sobre la procedencia del hombre asesinado, Leonard Karp (que en paz descanse).

A pesar del contexto trágico que no invita a la risa, en especial del último asesinato, tan espantoso y tan reciente, esta acumulación me recuerda al viejo chiste: "nosotros no somos racistas, odiamos a todos por igual". No me atrevería a sostener que los policías y los jueces en este país estén libres de prejuicios, que no exista aunque sea en cierta medida algún tipo de discriminación. Pero hay que ser justos y reconocer que en general hacen un buen trabajo, no hay ningún grupo social que este por fuera de su alcance, no se liberan los ricos y poderosos, los políticos ni los empresarios. Ni judíos ni árabes, ni laicos ni religiosos, ni ashkenazíes ni sefaradíes. El que quiera combatir la discriminación de buena fe, no debería abusar de la pertenencia del sospechoso a una minoría, como si se tratara de la carta que vale por una salida de la cárcel en el juego de mesa "monopolio".

viernes, 7 de agosto de 2009

Quién apretó el gatillo

El sábado pasado una persona armada y con la cara tapada entró a un centro de la comunidad gay en Tel Aviv, donde se estaba llevando a cabo un encuentro para jóvenes adolescentes de la comunidad, y abrió fuego contra los presentes. Mató a una chica de 16 años y a un muchacho de 26 e hirió a varios más. Todo parece indicar que se trata de un atentado dirigido a la "comunidad orgullosa" motivado por un odio homofóbico. Sin embargo, la policía no descarta la posibilidad de que el asesino haya sido un miembro de la comunidad, que buscaba vengarse de alguno de los participantes por algún conflicto personal y no necesariamente por un odio homofóbico. Lo que es seguro es que el criminal tenía muy claro a dónde y a quién se dirigía. Según testimonios de miembros de la comunidad, el lugar es muy discreto para proteger la privacidad de los jóvenes que llegan allí sin querer revelar a sus familias y amigos su tendencia sexual, está localizado de tal manera que sólo quien conoce su existencia llega allí, es muy difícil dar con el local por error o por casualidad.


La policía aún no ha capturado a la lacra que cometió el atentado, tengo confianza en que lo encontrarán más temprano que tarde. Pero aunque la identidad del homicida no es clara, algunos miembros de la comunidad y algunos políticos ya extienden el dedo acusador en una dirección muy específica, directa o indirectamente acusan a la comunidad ultraortodoxa, al partido político ultraortodoxo sefaradí Shas y a su líder Eli Ishai. Estas acusaciones me parecen apresuradas e irresponsables, al carecer de datos concretos sobre la identidad del asesino, es evidente que las acusaciones están guíadas por el prejuicio y el odio hacia los ultraortodoxos, que no es menos grave que el prejuicio y el odio hacia los homosexuales. A mí me sorprendería mucho si el asesino es efectivamente ultraortodoxo, ya que los ultraortodxos no suelen portar armas de fuego, los casos más graves de violencia por parte de ultraortodoxos han sido lanzamientos de piedras y quema de tachos de basura. Además, la homofobia está lejos de ser un mal exclusivo de los ultraortodoxos sefaradíes, pudo haber sido un ultraortodoxo ashkenazí, un judío religioso de cualquier otra corriente, un judío laico o alguien perteneciente a cualquier otra religión o grupo sobre los que ningún rabino tiene ninguna influencia y menos aún Eli Ishai.

Es cierto que han habido rabinos ultraortodoxos que han aportado a un clima de hostilidad hacia los homosexuales, tachando su identidad sexual de enfermedad, desviación o perversidad. Es cierto que el Ministro del Interior Eli Ishai intentó evitar las marchas del orgullo gay en las diferentes ciudades del país. Eli Ishai merece ser repudiado por sus dichos y sus actos en contra del colectivo gay y de la libertad de expresión, pero de ahí a acusarlo a ser el responsable de los homicidios cometidos el pasado sábado hay un gran trecho.

Hay quienes comparan este suceso con el asesinato del Primer Ministro Isaac Rabin en 1995. Antes del asesinato había un clima de instigación en su contra por parte de la derecha israelí, que lo acusaba de traidor por los Acuerdos de Oslo que firmó con los palestinos. Dentro de ese clima de instigación actuó Igal Amir cuando apretó el gatillo y le disparó dos balazos. La provocación de la derecha contra Rabin en aquel entonces, es como la provocación de los ultraortodoxos contra los homosexuales hoy en día, el odio de entonces derivó en un asesinato y el de hoy en día también. Los que trazan ese paralelismo se olvidan del shock que fue para la sociedad israelí descubrir quién había sido en realidad el asesino. Cuando llegó la noticia del asesinato, muchos fueron los que intuitivamente dieron por sentado que había sido un terrorista palestino, fue una sorpresa traumática descubrir que el asesinato lo había cometido un judío israelí, "uno de los nuestros". Una de las lecciones del asesinato de Rabin es que el odio y la provocación masiva pueden conducir a que un desquiciado decida matar, pero la otra lección, de la que algunos prefieren olvidarse, es que no hay que apresurarse a juzgar a un grupo entero sin saber siquiera de que lado viene la bala.

Que el recuerdo de las victimas sea bendito. Que no haya más derramamientos de sangre ni odio gratuito. Que esta tragedia nos enseñe a todos los israelíes a ser más tolerantes con quienes son diferentes que nosotros, sin distinción de tendencia sexual ni de tendencia religiosa.


Post relacionado:
* Marcha del Orgullo Gay en Tel Aviv.

sábado, 1 de agosto de 2009

Y se hizo la luz

Cuando vine de viaje a Israel por primera vez hubo varias cosas que me sorprendieron y me llamaron la atención. Pero por esta vez no hablo de aquellas grandes cosas que atraen o alejan al turista, exóticas, altisonantes, terribles o esplendorosas. No me refiero a los paisajes naturales, como el amanecer en el desierto, la luz del sol naciente reflejándose en las montañas jordanas hasta teñirlas de azul. Tampoco a los edificios históricos y a las grandes casas de culto, como el majestuoso Domo de la Roca con su cúpula dorada en Jerusalén, o el Templo Bahai con sus armoniosos jardines que descienden por la montaña en Haifa. Tampoco a esa vistosa mezcla humana, los distintos grupos paseándose vestidos en sus extravagantes atuendos, la cantidad tristemente alta de personas armadas que se ve por las calles.

Me refiero a esas pequeñas cosas, esos detalles cotidianos, detalles que después de vivir unos pocos años en Israel ya se me habían hecho tan corrientes y familiares, que me había olvidado de cuanto me habían sorprendido al principio. Hace poco me encontré con algunos turistas que llegaban a Israel por primera vez y me recordaron algunos ejemplos:

1. La costumbre de cenar a las seis o siete de la tarde.

2.
El hecho de que el falafel en pan de pita tiene un gusto un poco diferente con cada mordizco, porque cada vez los dientes apresan una combinación distinta de falafel con partes diferentes de la ensalada y demás agregados.

3.
Los jardines públicos en una zona tan árida. Las mangueras con esos pequeños adminículos que vierten agua de a cuentagotas a cada planta por separado, para permitir que existan esos jardines sin que se desperdicie el agua escaza.

4.
Las dos palancas distintas para hacer bajar el agua por el inodoro. Una que tira poca agua y se usa después de orinar y otra que tira más y se usa después de defecar. De esta manera se ahorra muchísima agua, al no usar más agua que la necesaria según cada acción.

5.
Y mi favorito: el interruptor para prender y apagar la luz que se encuentra siempre afuera del cuarto de baño y no adentro. Ahora que lo vuelvo a pensar, este asunto sigue siendo un misterio para mí. ¿Acaso en Israel no hay niños traviesos que aprovechen la oportunidad de apagarle la luz a los mayores, cada vez que estos están felizmente sentados sobre el inodoro con los pantalones por los tobillos? Un amigo mío decía "En Israel encontré la luz. Estaba afuera del baño." Sobre este tema yo sigo a oscuras, pero hace tiempo que aprendí a buscar el interruptor en forma automática e inconsciente fuera del baño, antes de entrar a descargar el falafel y jalar la palanca correspondiente.