La mayor parte de los textos rondan en torno a las entrevistas realizadas en dichos recorridos, Grossman entrevista a maestras de preescolares en un campamento de refugiados, a una abogada de palestinos acusados de terrorismo en cortes militares, profesores y estudiantes universitarios en Belén, palestinos que trabajan y viven clandestinamente en Tel Aviv, el padre de un terrorista cuya casa fue derribada, colonos judíos de los alrededores de Jerusalén, soldados que sirven en el paso fronterizo con Jordania, etc. También se incluye un relato corto sobre un oficial israelí encargado de supervisar una aldea cisjordana, y una reseña de una investigación académica sobre los sueños nocturnos de los niños en los campamentos de refugiados y en los asentamientos judíos. Una pregunta lo acompaña a lo largo de toda la obra: ¿cómo se puede hacer para detener la constante acumulación de odio entre ambas partes? En su esfuerzo por abarcar el asunto en toda su compleja ambigüedad, no emite ninguna respuesta simple y clara.
Como israelí, el libro me resultó muy difícil de digerir. Con su descripción de los horrores de la ocupación, Grossman nos pone frente a un espejo en el que no es agradable mirarse. Los palestinos tampoco salen bien parados, pero eso no es consuelo. Las circunstancias han cambiado mucho desde que el libro fue publicado, pero tanto en el prólogo a la edición de 1998 como en el epílogo a la edición del 2002 (en inglés), Grossman sostiene que en escencia la situación sigue siendo la misma (apuesto a que también diría lo mismo hoy en día).
El hecho de que el autor sea David Grossman hace que su lectura sea especialmente dolorosa. No se trata de otro de los tantos escritores que odian a Israel, sino de alguien que ama a su patria. Para quienes odian a Israel, no hay diferencia sustancial entre Grossman y el más fanático de los colonos. Grossman es indiscutiblemente sionista, defiende el derecho del pueblo judío a su propio estado, considera como legítimo el uso de la fuerza para defender a dicho estado en los momentos en que no nos dejan ninguna otra salida. Él mismo sirvió en el ejército, tanto en el serivcio obligatorio como en la reserva, su hijo de 20 años murió luchando en la Guerra del Líbano del 2006. Reconoce que la ocupación, por la que critica a Israel tan duramente, es la consecuencia de una guerra en la que los vecinos árabes intentaron destruir al país. No escribe para juzgarnos y condenarnos con regozijo, no lo mueven la hostilidad y el resentimiento hacia el país de los judíos, tampoco el sentimiento de culpa ni el automartirio, lo mueven sus valores judíos y humanistas, escribe para concientizar y prevenir a su propia gente. No se lo puede descartar como a tantos antisionistas y/o antisemitas, conviene tomarlo en serio.
Para terminar quiero dejar una frase tomada de un debate entre Grossman y un grupo de colonos, donde el primero expresa una postura con la que me identifico por completo:
"...la persona que busca justicia infinita está evadiendo las decisiones prácticas, yo no busco justicia pura, ni tampoco saldar cuentas históricas, sino más bien una vida factible, no más que imperfecta y tolerable, causando cuanto menos injusticia sea posible."
Se recomienda también:
* Discuro de David Grossman en el 11 aniversario del asesinato de Rabin. Pronunciado en noviembre del 2006, pocos meses después de la Segunda Guerra del Líbano en la que murió su hijo.
* Entrevista a David Grossman. 2003.
Me gustó la frase final. Se puede aplicar también a otros contextos.
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