Cuando vine de viaje a Israel por primera vez hubo varias cosas que me sorprendieron y me llamaron la atención. Pero por esta vez no hablo de aquellas grandes cosas que atraen o alejan al turista, exóticas, altisonantes, terribles o esplendorosas. No me refiero a los paisajes naturales, como el amanecer en el desierto, la luz del sol naciente reflejándose en las montañas jordanas hasta teñirlas de azul. Tampoco a los edificios históricos y a las grandes casas de culto, como el majestuoso Domo de la Roca con su cúpula dorada en Jerusalén, o el Templo Bahai con sus armoniosos jardines que descienden por la montaña en Haifa. Tampoco a esa vistosa mezcla humana, los distintos grupos paseándose vestidos en sus extravagantes atuendos, la cantidad tristemente alta de personas armadas que se ve por las calles.
Me refiero a esas pequeñas cosas, esos detalles cotidianos, detalles que después de vivir unos pocos años en Israel ya se me habían hecho tan corrientes y familiares, que me había olvidado de cuanto me habían sorprendido al principio. Hace poco me encontré con algunos turistas que llegaban a Israel por primera vez y me recordaron algunos ejemplos:
1. La costumbre de cenar a las seis o siete de la tarde.
2. El hecho de que el falafel en pan de pita tiene un gusto un poco diferente con cada mordizco, porque cada vez los dientes apresan una combinación distinta de falafel con partes diferentes de la ensalada y demás agregados.
3. Los jardines públicos en una zona tan árida. Las mangueras con esos pequeños adminículos que vierten agua de a cuentagotas a cada planta por separado, para permitir que existan esos jardines sin que se desperdicie el agua escaza.
4. Las dos palancas distintas para hacer bajar el agua por el inodoro. Una que tira poca agua y se usa después de orinar y otra que tira más y se usa después de defecar. De esta manera se ahorra muchísima agua, al no usar más agua que la necesaria según cada acción.
5. Y mi favorito: el interruptor para prender y apagar la luz que se encuentra siempre afuera del cuarto de baño y no adentro. Ahora que lo vuelvo a pensar, este asunto sigue siendo un misterio para mí. ¿Acaso en Israel no hay niños traviesos que aprovechen la oportunidad de apagarle la luz a los mayores, cada vez que estos están felizmente sentados sobre el inodoro con los pantalones por los tobillos? Un amigo mío decía "En Israel encontré la luz. Estaba afuera del baño." Sobre este tema yo sigo a oscuras, pero hace tiempo que aprendí a buscar el interruptor en forma automática e inconsciente fuera del baño, antes de entrar a descargar el falafel y jalar la palanca correspondiente.
Imre Goth
Hace 2 años
En mi casa tengo dos cuartos de baño. El grande tiene el interruptor fuera. Me estoy intentando acordar de los pisos para estudiantes donde estuve y creo que en dos de ellos lo tenían por fuera. Nunca lo había pensado, pero creo que en España es algo común.
ResponderEliminarAunque también es práctico. Si estás en una casa que no conoces no puedes fallar para encontrar el baño.
A mí también me llamó la atención lo de los interruptores fuera, que vi en alguna que otra casa y en muchos bares de España. Lo de cenar temprano lo experimenté por primera vez en Irlanda. La verdad que se me hacía rarísimo.
ResponderEliminarRealmente es curioso lo de las dos palancas en el inodoro. Recuerdo que cuando vinieron unos familiares de visita, les costó varios días entender el por qué de las palancas y cómo debían usarlas dependiendo de la acción realizada.
ResponderEliminarSi me permites, me gustaría nombrar otras pequeñas curiosidades que a mí me llamaron la atención cuando vine por primera vez:
1. Los típicos desayunos israelíes: ensalada de tomate y pepino, a veces acompañado de un huevo duro.
2. Las famosas bolsitas de leche chocolatada (shoko) que todo el mundo toma y cuestan poco más de 2 shékels.
3. El hecho de que todo israelí tiene, como mínimo, 2 teléfonos móviles.
4. Los niños de 5 años que van y vuelven solos del colegio, con el teléfono colgado al cuello.
5. Mi favorito: la gente que sale como si nada contando los billetes al salir de un cajero o los que te piden ayuda para sacar dinero, dándote la tarjeta y el código de banco.
Con las últimas tres que mencionó Ariel me quedé completamente anonadado. Eso no lo vi en ningún lado (bueno, lo de los dos móviles en el caso de los móviles de empresa, pero nada más).
ResponderEliminarAlán:
ResponderEliminarCon lo de los móviles Ariel exagera, pero no por mucho. Yo nunca tuve más que un único teléfono, pero hay gente que tiene uno de cada compañía para aprovechar las distintas ofertas para hablar más barato a líneas de la misma compañía, o quieren tener un modelo más nuevo, o la compañía les regala o vende más barato otro. Aún cuando los móviles no eran taaaan comunes en el resto del mundo, aquí ya los tenía todo el mundo, niños incluidos. En parte es por el consumismo y en parte por la situación de seguridad, para poder ubicar enseguida a los familiares que están cerca de donde ocurrió un atentado.
Lo de los niños solos por la calle. Yo lo he visto mucho entre ultra-ortodoxos, se ve que tienen demasiados hijos como para encargarse personalmente de cada uno, ponen al de siete años a cuidar al de cinco, da ternura verlos por la calle de la mano. Pero me parece que tampoco es tan común como Ariel deja entender.
La última sí, ahí no exagera en lo más mínimo. Aquí nadie tiene miedo de que te asalten a la salida de un cajero. Y algún anciano que tiene problemas con la tecnología le puede pedir a cualquier joven desconocido que lo ayude con el tramite.
Ariel: en uruguay teníamos un shoko bastante parecido sólo que venía en cajas de cartón.
Oooorale, hasta dan ganas de conocer para ver que sea cierto, quizas dentro de un par de años habrá que ir a visitar Jerusalem y Haifa, la tierra de Gene Simmons
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