Mañana es el aniversario del levantamiento del Ghetto de Varsovia según el calendario hebreo y en Israel se conmemora el Día del Holocausto, día en que se rinde homenaje a la memoria de los seis millones de judíos asesinados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, en su industrial intento por exterminar a los judíos, al que denominaron "La solución final".
Tema grave, en principio no da para reírse. Yo no me cuento entre los que condenan cualquier chiste de humor negro sobre el tema como una imperdonable falta de respeto a las víctimas. Pero sí me parece que aunque sea un día al año es bueno parar y reflexionar, vale la pena tomarse el tema en serio. Tomárselo en serio no significa anular el humor, el humor bien entendido es cosa seria. Una muestra de ello es la película de Roberto Benigni, La Vida es Bella (1997). El film cuenta la historia de un padre judío que hace todo lo posible para que su hijo no se dé cuenta de la situación que está viviendo en la Italia de la Segunda Guerra, mediante la imaginación y el humor. Las cosas se complican cuando padre e hijo son enviados a un campo de concentración, pero el padre no se resigna y hace todo lo posible por ahorrarle el sufrimiento a su hijo.
La película ganó muchos galardones incluyendo los Óscar a la mejor película extranjera y al mejor actor. También causó una gran controversia por la forma en que trata el tema del holocausto. Los detractores afirmaban que muestra los horrores del Holocausto como si hubiesen sido una cosa liviana, incurre en varios imprecisiones en cuanto a la descripción de los hechos históricos (los campos de concentración no estaban ubicados con vista a tan hermosas y pastoriles montañas, por ejemplo), y toma el tema demasiado a la ligera. En cuanto a los errores históricos estoy de acuerdo. El cineasta tiene licencia artística, crea una obra de ficción que no tiene obligación de apegar a la verdad histórica, pero por otro lado, sus películas contribuyen más que cualquier libro de historia a formar la imagen sobre el tema que queda grabada en el subconsciente popular, lo que conlleva una responsabilidad que no debería ser ignorada.
Lo que no comparto es la condena al uso del humor. Hay muchos métodos para tratar el tema, no todos tienen por qué acabar en lágrimas (La Vida es Bella te puede hacer derramar unas cuantas, pero ése no es el punto), el humor se puede aprovechar y no hay motivo para descartarlo. Benigni no se toma el Holocausto a la ligera, todo lo contrario, nos ofrece una película muy conmovedora sobre la posibilidad de amar y mantener la esperanza aún en las situaciones más crueles. Es cierto que el Holocausto sirve de trasfondo a la historia romántica y a la de amor filial, es decir, que es el trasfondo y no lo central. Pero el hecho que tome al Holocausto como ejemplo de la peor situación posible, demuestra que no le resta importancia. Uno podrá compartir o no la visión optimista del cómico italiano, pero su planteo es totalmente legítimo.
Aquí les dejo el trailer de la película:
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