Está mañana me encontré con un post de mi amigo Ariel que habla sobre la inmigración rusa a Israel y sus dificultades de absorción a la sociedad israelí. Mi amigo percibe a la aliá rusa de manera bastante negativa, visión que no comparto y que paso a comentar.
Empecemos por precisar algunos datos. Cuando hablamos de "los rusos" en Israel, ya estamos cometiendo la primera generalización. La gran ola inmigratoria de los años noventa, tras la caída del muro de Berlín, no vino sólo de Rusia, sino de todos los países detrás de la cortina de hierro, los rusos son la mayoría, pero hay también una respetable cantidad de ucranianos, georgianos, lituanos, bielorrusos, moldavos, uzbekiztaníes, kazajastaníes y demás. Como uruguayo que tiene que sufrir que en Israel lo llamen argentino, lo mínimo que puedo hacer es mencionar la distinción. Contando a los pocos miles que habían llegado en las tres décadas anteriores y a los que siguen llegando en esta década, se habla de al rededor de 1.200.000 personas, que en un total de 7 y poco millones de habitantes en Israel (sin contar a los árabes de Cisjordania), son aproximadamente un sexto de la población del país.
Lo que cuenta mi amigo, es en parte cierto, siendo tantos tienen la ventaja de poder manejarse en su propio idioma, que de facto se ha convertido en la tercera lengua del país, luego de las dos lenguas oficiales, el hebreo y el árabe. Es cierto que tienen sus propios supermercados, periódicos, una emisora de televisión y un partido político. Es cierto que quienes así lo deseen pueden quedarse en esa especie de "gueto" cultural y que algunos de ellos así lo hacen. Pero entre los inmigrantes jóvenes buena parte se adapta al país con relativo éxito, estudian en la escuela con los demás israelíes, sirven juntos en el ejército, estudian juntos en la universidad y se integran al mismo mercado laboral. Su supuesto gueto tampoco está herméticamente cerrado a los demás israelíes, el partido político ruso Israel Beiteinu tiene varios miembros y muchos votantes que no son de origen soviético, en su cadena de televisión van a entrevistarse políticos que no hablan el ruso y en sus tiendas, quien les habla, como muchos otros sudamericanos laicos, va a comprar los mejores fiambres disponibles en Israel.
Sobre las tendencias políticas de los inmigrantes de la ex-Urss, Ariel también generaliza y exagera. Es cierto que hay muchos que apuntan hacia la extrema derecha, pero no todos. Hace unos años, tuve la oportunidad de preguntarle el por qué a Roman Bronfman, un inmigrante ucraniano, ex-miembro del parlamento por el partido de izquierda Meretz. Al parecer es algo que tiene que ver con la educación recibida en la Rusia soviética, pero no necesariamente en Ucrania. También es una burda y errónea generalización decir que todos los rusos carecen de apego por la cultura y la tradición judía. Es cierto que tras décadas de casi forzado laicisismo soviético el lazo con la identidad judía se fue diluyendo, pero como en todos los demás grupos, el nivel de acercamiento a la cultura judía con el que llegan a Israel, y sobre todo el que van adquiriendo una vez llegados, varía muchísimo.
El post comentado está ilustrado con las imágenes de Arkadi Gaidamak y Avigdor Lieberman. Gaidamak es un empresario requerido en Francia por tráfico de armas que hizo un intento fallido de abrirse camino en la política israelí al estilo de Silvio Berlusconi, a fuerza de dinero, comprando un cuadro de fútbol, una emisora de radio, un hospital y demás. Avigdor Lieberman es un político racista y fascista que me avergüenzo de tener por compatriota. Estos dos engendros son muy vistosos y hacen mucho ruido en los medios, pero me parece injusto colocarlos como representates de aliá rusa. ¿Qué hay de los deportistas que representaron a Israel en lo últimos juegos olímpicos? ¿De los músicos, bailarines y artistas de la misma procedencia?
Lo que más me sorprendió del post en cuestión es la idealización de la aliá en general en comparación con la aliá rusa. Los rusos no son los que más difícil se les hace la adaptación, sino los etíopes que vienen de una zona culturalmente muchísimo más distante de Israel que Rusia. De todas las olas de inmigración, hasta donde sé, la que tuvo un mayor porcentaje de inmigrantes que se volvieron a su país, no fue la rusa, sino la ola argentina del 2001 al 2003. Tras décadas de la inmigración de los judíos de Marruecos y el Yemen a las que Ariel se refiere, aún persisten las tensiones entre los así llamados mizrajíes y los ashkenazíes, los ashkenazíes siguen disfrutando de una posición dominante en lo socioeconómico y en las esferas del poder político, por lo que no se puede decir que la integración haya sido completa. El proceso de integración es muy lento y puede llevar generaciones, yo recomendaría no apresurarse a juzgar los resultados de aliá rusa de manera tan negativa.
Ariel da a entender que antes de que llegaron los olim de la ex-uRss, la aliá a Israel era por motivos ideológicos. Pero lo cierto es que la aliá ideológica siempre fue una diminuta minoría, desde finales del siglo XIX en adelante los judíos han llegado a Israel escapándose de las persecuciones y del hambre, tal como lo predijo Teodro Hertzel, el fundador del Movimiento Sionista. Para darle refugio a esos judíos, fue que Hertzel ideó el Estado Judío. Si a alguien le preocupa la causa sionista, debería agradecer a la aliá de los noventas que mantuvo el balance demográfico entre judíos y árabes, y ayuda a que Israel siga siendo un estado judío y democrático.
Imre Goth
Hace 2 años
Interesante análisis. Saludos de éste que sigue te blog desde España.
ResponderEliminarPor cierto, y sin ánimo de hacerme propaganda. Tengo programada una entrada en mi blog para el lunes 24 que seguramente te gustará leer (y oir).