Publicado originalmente en la revista Piedra Libre, enero del 2006.
Es difícil ser amable y educado en Israel. La gente es agresiva y levanta la voz por cualquier cosa, pretende resolver a los gritos lo que en Uruguay y el resto de América Latina se hace con más calma y respeto, desde pedirle el cambio al taxista hasta resolver los problemas de la política nacional. Dicen que es consecuencia de la vida bajo tensión permanente. Quizás sea simplemente parte de la idiosincrasia israelí. Se hace difícil no contagiarse de esta mala costumbre y poder seguir manteniendo el buen trato con la gente.
Es difícil ser judío laico en Israel. Uno no necesita ir a la escuela judía, a la tnuá o al templo, para seguir siendo judío. Alcanza con levantarse a la mañana para hablar en hebreo, para acordarse de que es shabat, pésaj o iom jol (día no festivo). No hace falta estar con el ojo mirando hacia Sión como dice nuestro himno nacional, puesto que uno ya esta en Sión. Se hace difícil no dejarse llevar por la inercia, poder llevar una vida laica y a la vez comprometida con el judaísmo.
Es difícil ser tolerante en Israel. Ojalá el problema fuera sólo con los palestinos o los árabes israelíes. Pero entre nosotros los judíos, no son pocos los que convencidos de poseer el monopolio de la verdad, se abren paso a empujones para dictarle a los demás como deben pensar y actuar. Tampoco faltan, los que en virtud de poseer tan precioso bien, exigen ser privilegiados con menos obligaciones y más derechos que el resto. Por otro lado, este país posee una diversidad cultural enormemente rica que genera una creación asombrosa, pero esta misma diversidad, muchas veces no muy armoniosa, genera conflictos y rencores. En este contexto se hace muy difícil ser tolerante.
Es difícil ser sionista en Israel. Descubrir que acá en Israel, el país donde deberíamos sentirnos como judíos libres, muchos tienen miedo de subir al ómnibus, de ir a la feria o a un pub. Descubrir que esa libertad, a diferencia de lo que piensan quienes afirman que el sionismo cumplió su principal función con la creación del Estado de Israel en 1948, aún exige el sacrificio de mucha de nuestra sangre, y quizás peor aún, exige ensuciar nuestras manos con sangre ajena. Se hace difícil ser sionista para un olé jadsah, que ve como cada vez son mas los ielidei haaretz (nacidos en Israel) que agotados de esta realidad, prefieren antes que aceptar el desafío, escaparse a la relativa tranquilidad de Estados Unidos, Europa occidental o Australia, y dedicarse a hacer dinero.
Es difícil ser de izquierda en Israel. En ambos sentidos de la palabra. Abrimos los diarios, no menos tendenciosos que la prensa internacional a la que criticamos tanto, y nos desayunamos con las fotos del atentado en Natania o los misiles Kasam que cada día se acercan más a Ashkelon. Cómo no clamar venganza, como lograr que la razón triunfe sobre nuestros sentimientos. Por otro lado, cómo no desanimarse cuando en el país que en pasadas décadas era ejemplo de igualdad social, hay cada vez más niños hambrientos, y de a poco, van apareciendo incluso niños que piden monedas en los semáforos, recordándonos cada vez más, aquello que creímos dejar atrás en el aeropuerto de Carrasco en Montevideo. En las últimas semanas, por fin suenan con fuerza alentadoras señales de alarma ante el fenómeno. Pero se hace difícil prestarle la constante atención que dicho fenómeno merece, cuando cada atentado nos recuerda que todavía debemos invertir nuestras mayores energías en el que sigue siendo nuestro principal problema. Por suerte, hoy en día, gracias a la adopción de las ideas políticas de la izquierda por la gran mayoría de la sociedad y su puesta en práctica con la Inatkut (Desconexión de la Franja de Gaza), luego de tantos años de atascamiento, al menos volvemos a tener la esperanza que el conflicto pueda ser solucionado al corto plazo. Esto traería una mejora en la economía que se podría orientar al bienestar social en lugar de a la defensa.
Es difícil en Israel. Pero tengo esperanzas de que vengan tiempos mejores, que este se convierta en el país civilizado, judío, libre, democrático, tolerante, pacífico e igualitario con el que soñaron los jalutzim (los pioneros de las primeras olas inmigratorias). Tengo esperanzas de que los vientos de idealismo que hicieron florecer al desierto y levantaron un magnifico país en pocas décadas, vuelvan a hacer flamear nuestra bandera. Nuestro pueblo nunca ha perdido la esperanza y yo no voy a perderla tampoco. Pues por más difícil que sea, como dice la conocida canción: ein li eretz ajeret, gam kshe admati boeret - no tengo otra patria, aún cuando mi tierra arde…
5 años después:
* Todos esos puntos siguen vigentes, pero con el tiempo uno aprende a convivir con la mayoría de ellos. Por supuesto, hay otras cosas buenas también. Me sorprende cuán negativo fui, no se puede decir que hoy sea más optimista pero tampoco veo las cosas tan grises.
* Hasta ahora parece ser que la itnatkut acabó siendo para peor.
* Con todo, en los últimos dos años ha disminuido la violencia, han habido ciertas mejoras.
* Sí tengo otra patria, pero el final quedaba más poético así.
* Como dice el dicho popular: muchas aguas pasaron por el Yarkón.
Imre Goth
Hace 2 años
Me gustó mucho este artículo y coincido con la mayoría de los puntos. Aunque no entiendo bien por qué se te hace difícil ser judío laico... cuando justamente eso es lo fácil.
ResponderEliminarLo difícil es ser judío religioso o tradicionalista. A diferencia de la diáspora, aquí uno no necesita acudir a la sinagoga de forma regular para sentirse unido al pueblo judío. Uno no necesita hacer kidush para sentirse único y especial, como fuera de Israel. Aquí en Israel, como tú bien dices, muchos aspectos relacionados con el judaísmo forman parte de la vida cotidiana. Ya no hace falta viajar por toda la ciudad para comprar la carne en esa carnicería "de judíos", ya que por lo general, en Israel todo suele ser kasher.
No es necesario hacer ese esfuerzo que nos distinguía de los demás en la Diáspora. En Israel todo eso se pierde, aquí todos somos judíos y todo tu entorno te lo recuerda constantemente.
De modo que yo pienso que lo difícil, en Israel, es ser judío practicante.
Es cierto, ser laico es muy fácil. En realidad lo difícil es: "llevar una vida laica y a la vez comprometida con el judaísmo."
ResponderEliminarNo es que en la diáspora sea fácil. Pero allá si no buscas algo que te mantenga conectado te desprendes del todo, y eso puede ser un estímulo, la necesidad de hacer algo que te mantenga conectado a la comunidad. Aquí no hace falta hacer ningún esfuerzo para evitar asimilarse, y por lo tanto requiere una mayor fuerza de voluntad, hay que esforzarse por algo que ya no es imprescindible aunque sí es importante. ¿Se entiende?
Se engana. É muito fácil ser de esquerda em Israel. Recebe-se altas quantias em dinheiro de organizações anti-sionistas/semitas e anti-americanas do mundo inteiro para que propagandistas, anti-intelectuais e traidores - Ilan Pappe, Shalom Akhshav, ha'aretz, meretz e avodah - possam ganhar a vida facilmente enquanto vendem a segurança de outros judeus e druzos por um pouco de dinheiro e fama internacional.
ResponderEliminarA esquerda dominou Israel por quase 50 anos e foi responsável pelo racismo estatal que atingia não só árabes como também sefaradim e qualquer não-europeu. Foi responsável por fracassos históricos como Oslo, que custou milhares de vidas inocentes, pela tomada de poder do Hezbolah quando Barak desocupou o sul do Líbano CONTRA a vontade dos Maronitas e por muitas outras tragédias na história de Israel. Chega de esquerda!
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