sábado, 26 de marzo de 2011

Ahora que todos somos periodistas

El conflicto árabe-israelí recibe una gran atención mediática mundial en forma constante. Puede quedar la falsa impresión de que se trata del conflicto más grave y más sangriento del Medio Oriente, sino de todo el mundo. Estos últimos meses, con la información que corre sobre lo que ocurre en el resto de Medio Oriente, las revueltas en Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Irán y Siria, es más fácil situar al conflicto árabe-israelí en general y al palestino-israelí en particular, en su justa proporción. Un conflicto grave, longevo y de difícil solución, pero uno de tantos, que afecta en forma directa sólo a una porción diminuta - tanto en territorio como en población - de lo que es el enorme Medio Oriente. No más que una gota en este océano de sangre. ¿Por qué entonces, el conflicto palestino-israelí recibe más cobertura que toda África y Asia central juntas? Por muchos motivos, todos sabemos el que quizás sea el motivo principal: la importancia religiosa y cultural para todo occidente de la zona en conflicto. Hay otro motivo bastante sencillo del que se habla menos: profesionalmente, es el conflicto más fácil de cubrir.

El reportero puede salir por la mañana a cubrir los ataques aéreos desde la frontera de Gaza o fotografiar las consecuencias del atentado en Jerusalén o la protesta en Cisjordania, para volver a la noche a dormir tranquilo y sin peligro en Tel Aviv. Así nos puede ofrecer las horribles e impactantes imágenes de la guerra corriendo un mínimo riesgo personal. Ojo, hay quienes se arriesgan y van más allá, son los menos. Han habido valientes periodistas heridos en el fuego cruzado, aún así, casi siempre corren un peligro mucho menor que en cualquier otra zona de conflicto. En Israel, si bien se han puesto raras y ocasionales trabas al trabajo periodístico, por regla general los periodistas pueden trabajar libremente, protegidos por las leyes de libertad de prensa inexistentes en los demás países de la región. Así pueden traernos las horribles e impactantes imágenes de la guerra, sin tener que estar desafiando a las autoridades constantemente (y arriesgar por ello la deportación o el pellejo), aunque éstas no siempre colaboren de buena gana. Y si no que me desmienta García Gascón, corresponsal de El Público (España), que publica pestes de Israel y los judíos día sí y día también, mientras que vive tranquilo en un barrio judío religioso de Jerusalén.

Pero ahora que el mayor flujo de información (en especial las imágenes) ya no lo recolectan directamente los periodistas profesionales, la cosa cambia. Tomemos el caso de las actuales protestas en Siria por ejemplo. En el pasado el gobierno de Assad padre, supo aplastar otras protestas masacrando a troche y moche sin que la prensa pudiera publicar casi nada al respecto, al mundo no llegaban más que fragmentos de información, lejanos ecos de lo ocurrido que no tardaban en caer en el olvido. En 1970, en 1982, periodistas que conseguían llegar a las zonas de enfrentamiento desaparecían sin dejar rastro. Hoy en día, con una cámara en cada teléfono de todo hijo de vecino, las imágenes son subidas a la red y retransmitidas por Al-Jazera en cada hogar. La información antes tan fácilmente silenciada, llega en menos de lo que canta un gallo a todo el país y el mundo. Hasta que como Mubarak, Assad hijo corte internet y Al-Jazera ya será demasiado tarde, lo que empezó como una pequeña protesta local ahora es el pueblo que se le viene encima.

Es importante notar que los periodistas profesionales siguen manteniendo un rol muy influyente como intermediarios. En los países árabes con un alto nivel de analfabetismo y un bajo porcentaje de acceso a internet, la información aunque recolectada por internet, alcanza su mayor difusión masiva por la vieja y querida televisión, no por las redes sociales. Y también en los países donde dentro de poco habrá más cuentas de facbook y twitter que habitantes, en las redes sociales difundimos sobre todo lo que encontramos en la prensa profesional. Sin caer en el error de restarle importancia a los profesionales, las consecuencias de los cambios tecnológicos en los medios masivos de comunicación para el periodismo son fascinantes. Ahora que todos y en todas partes somos periodistas, contamos con mucha más información sobre lugares y eventos antes inaccesibles, no sólo sobre aquellos que es más fácil y cómodo cubrir.

1 comentario:

  1. Una reflexión acertada. Internet ha acabado (quizá sea demasiado optimista)con la figura del administrador de realidades en que se había convertido la figura del periodista más comprometido con las causas sobre las que debía informar. Ahora es más sencillo buscar informaciones contrastadas y formarse una opinión más veraz y lúcida.

    Lamentablemente, en España, como supongo en muchos otros sitios, la gente prefiere oir a quien le confirme en sus prejuicios, y el caso de Israel se presta mucho a ello, en ambos sentidos, pero la proporción pro-palestina, que es pro-resistencia, pro-lucha y pro-guerra (como si estar a favor de una paz estable no fuera estar a favor de ambos, y especialmente de los palestinos) es mucho mayor.

    Un saludo, y un gusto leerte. Gracias. Te sigo en twitter :)

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