Menos mal que Uruguay no salió campeón del mundo. Siguiendo la moda impulsada por Diego Maradona y Larissa Riquelme, había prometido que si Uruguay ganaba el Mundial de Sudafrica, saldría a correr desnudo por las calles de Mea Shearim. Lo había dicho en broma cuando la victoria uruguaya perecía completamente inaccesible, cuando todavía dudaba que la celeste fuera a superar la primera fase, suponía que como mucho a duras penas llegaríamos a octavos de final como en Italia 90. No contaba con que Luis Suárez y Diego Forlán hicieran peligrar mi vida de tal manera. Al pasar la fase inicial invictos y con el arco de Fernando Muslera sin vulnerar, tras golear a la selección locataria, todavía no empezaba a temer. Recién en el partido contra Ghana, sentí la mano de Suárez - que no la de Dios - señalándome con el dedo: "para vos Ruben, que no creías en nosotros". Pero no fue hasta el penal de Sebastián Abreu, cuando comprendí qué locura había prometido. Tuve que lajzor vitshuvá, "volver a la respuesta", a la certeza de que Uruguay es el mejor equipo de fútbol de América y uno de los cuatro mejores del mundo. Qué cerquita estuvimos de empatar contra alemanes y holandeses, qué cerquita del podio.
Mea Shearim es uno de los barrios ultra-ortodoxos más antiguos y renombrados de Jerusalén. A la entrada hay un cartel que advierte: "respete la santidad de nuestro barrio vistiendo modestamente". Quien viola la norma establecida que se atenga a las consecuencias. No hace falta andar desnudo, o con las nalgas medio al descubierto como Sasha Baron Cohen en la película "Bruno", para sufrir las represalias. Si eres mujer, exhibir las rodillas o los hombros puede costarte un pañal lleno de caca en la cabeza. Con el alto promedio de hijos por mujer entre los ultra-ortodoxos, los pañales cagados son una munición que nunca se agota. De todos modos, si entras "mal vestida" y sales sin más daños que un poco de mierda tiñendo tus cabellos, puedes considerarte afortunada: al menos no te han apedreado. No recuerdo ningún versículo de la Torá que establezca semejantes castigos para el horrible delito de vestirse cómodamente en verano (con el espantoso agravante de haber nacido mujer), pero cuidado: la religión llevada al extremo suele causar comportamientos tan irracionales como violentos.
Bueno, mejor volvamos al fútbol, que si la religión es el opio de los pueblos, el fútbol es la heroína. Desde Jerusalén me sumo a todos los uruguayos dispersos por el mundo y le rindo homenaje al glorioso plantel del maestro Óscar Tabarez: ¡gracias por esta alegría! ¡Vamo arriba la celeste, la de ayer y la de hoy! Y también la de mañana, espero que Uruguay haya vuelto a la élite del fútbol mundial para permanecer allí por muchos años más. En fin, para el 2014 mejor no correr riesgos con promesas incautas.
EL SHOW (perdón, el Plan) DE LA PAZ
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